martes, junio 17

De donde venimos

El mediterráneo. No el mar. El ambiente mediterráneo. Cuna de la civilización, de las civilizaciones. A medio camino entre el ecuador y los polos. Inviernos fríos, duros, secos. Veranos tórridos, ardientes, secos. Primaveras y otoños lluviosos. A veces años torrenciales. A veces sequías. Idas y venidas que dependen, dicen, del ciclo de la Corriente del Niño. Yo, más mundano en estos momentos, prefiero la opinión del poeta, menos científica quizás, pero más nuestra:
Al meu país la pluja no sap ploure:
o plou poc o plou massa;
si plou poc és la sequera,
si plou massa és la catàstrofe.
Qui portarà la pluja a escola?
Qui li dirà com s'ha de ploure?
Al meu país la pluja no sap ploure.

Tranquilos los españolísimos, traduzco.
En mi país la lluvia no sabe llover:
o llueve poco o llueve mucho;
si llueve poco es la sequía,
si llueve mucho es la catástrofe.
¿Quién llevará a la lluvia a la escuela?
¿Quién la dirá como se debe llover?
En mi país la lluvia no sabe llover

Para estudiar el clima de un lugar se parte de aquellas estaciones que ya vimos. Con series largas, de al menos 30 años de datos diarios, se establecen unas medias de precipitación y de temperatura. Dependiendo del lugar y del clima esas medias se encuentran dentro de unos intervalos. No os aburro más. Si alguno quiere más detalles, os dejo aquí un enlace a una web bioclimática.

El estudio del clima mediterráneo es una frustración. Esas medias son de risa. Como diría un demoscópico político, solo señalan tendencias. Es casi imposible predecir cómo vendrá este año. Si habrá sequía o catástrofe. Dicen los judíos que "la única regularidad del clima mediterráneo es su falta de regularidad".

Venimos de aquí. De en medio de este clima. De la zona más extrema del clima mediterráneo. El centro de la Península Ibérica suma a esta dureza una continentalidad elevada ¡Que se lo digan a los Alcarreños! En este área estamos nosotros hoy, esta noche. Mañana parece ser que no.

Dejo aquí la primera imágen, la del origen. Es un meandro del río Henares. Esta foto tiene su intrahistoria, pero solo nos interesa a él y a mí. Solo decir que algunas cosas que vivimos juntos me acompañarán durante el viaje para matar los tiempos muertos.

Meandro del río Henares

Ahora, permitidme, he de cumplir con el corazón. Otro día me pondré lírico. La próxima entrada desde las Américas ¡Qué nervios!

Últimos preparativos

Días de nervios estos últimos. O más bien de ajetreo. Entre unas cosas y otras siempre se dejan las pequeñas cosas para cuando menos tiempo se tiene, con la consecuencia ineludible de que se van amontonando en los últimos momentos, escapándose con su pequeño tamaño entre los dedos, dejando ese rastro invisible hecho de sensaciones imperceptibles de agua entre los dedos. Me da la sensación de que moriré dejándome algo en el tintero.

Escribo. Es tarde, más de media noche. Ella duerme a mi lado mientras me mira y ya me echa de menos. La comprendo. Ahora no existe el tiempo sin sus ojos. Recién terminados algunos asuntos monetarios, con el consecuente sinsabor que el vil metal y sus usureros dejan en los clientes, me he venido a tumbar para descansar la maltrecha espalda. Apoyado sobre las almohadas reflexiono cómo vamos llegando a cada rincón de nuestra vida, cómo nos vemos arrastrados por la corriente que se desplomará más abajo en cualquier cascada mientras la voluntad tan solo puede fingir, ilusa, que elige la corriente que la defenestre.

Pero es mejor empezar por el principio.

Hacía frío. Esta primavera parece un otoño vestido de esperanza y se empeña en sorprendernos. Es difícil concentrarse entre tanto no sé qué, tanta incertidumbre. Estás a lo tuyo, como ofendido por ser uno más sin intentar salir de nada. La oportunidad, quizás no la esperada, te sorprende en cualquier doblez de un papel mal fotocopiado. "¿Tú te vendrías a Norteamérica este año?". Rápido, sin pasar por sustancias grises ni blancas que valgan, las sensaciones van de los tímpanos a la punta de la lengua. "¡Claro que sí!". Y te ves metido en algo que no se te habría ocurrido nunca. "Necesitamos un fotógrafo y nos sobra un sitio para dormir en los hoteles, pero...". Era demasiado bonito. Se ha activado ya la sustancia gris y los relámpagos corren tras los pensamientos sin poder darles caza. Viaje a Norteamérica. A inventariar vegetación. A recorrer la costa entre Las Rocosas y las playas. ¡Y además de fotógrafo! ¿Estaré a la altura del espectáculo? Sin embargo tiene que haber un pero. Lo hay. "... pero has de terminar todo lo que está pendiente antes de irnos". Nada nuevo bajo el sol, que diría Flanagan frente a la estampida de indios justo antes de sonar la corneta del séptimo de caballería. Tan solo hay que hacer en mes y medio el trabajo que tres personas tardarían tres meses en hacer decentemente. Estoy acostumbrado. España va bien.

Llega el poco dormir y el menos descansar. El dolor de espalda. O de mandíbula. La tensión de no terminar los imposibles. La frustración de no ser siquiera inmejorable. Las ganas de soltar dos hostias bien dadas. Así los pensamientos nocturnos se atropellan. Tengo que hacer con tiempo esto, tengo que comprar aquello, tengo que arreglar esa otra cosa. Pero mañana no hay tiempo. Y hoy te sobrarán cosas que hacer para mañana. La cabeza se desquicia, no descansa, se atormenta. Ay, si al menos pudiera. Pero se acercan los cuarenta y cada vez necesitas más tranquilidad y tiempo, a pesar de la técnica depurada.

Y aquello no encuentra hueco. Las tardes no se quedan libres para bajar a Madrid. Los jodidos bancos siguen sin abrir los sábados. Las facturas llegan. Cruzar la vía del tren empieza a parece la búsqueda de El Dorado. Por fin te atropellan las vísperas. ¡Tantas cosas sin hacer! Agarras el teléfono. Te conectas a Internet. ¡Es imposible! Hay que firmar aquello, hay que llevar el otro papel, no abrimos esta tarde, cerramos a las siete, eso le va a tardar por lo menos una semana, pues sin DNI no se puede hacer, vaya por dios, otro jodido buitre se ha toñao contra el puto molino de los cojones.

El caso es que mal que bien vas saliendo de unos y otros, vas terminando las deudas, vas pagando facturas, vas besando los labios amados, sintiendo el roce de su piel.

La ciencia geobotánica ha cambiado mucho con el paso de los años. Ahora es posible realizar con una máquina modesta operaciones que Braun Blanquet hubiera tardado 10 tesis en soñar. La red de redes permite obtener en apenas unos segundos los datos pacientemente almacenados por lustros de lugares concretos en los que, muchas veces, un granjero aficionado o un maestro rural de escuela, han dedicado una vida a mirar día tras día su termómetro de máximas y mínimas y el pluviómetro de su jardín. Loeffling tardó casi un año en cruzar de norte a sur Europa camino de las Américas aprovechando el parsimonioso ritmo de su viaje para mandarle pliegos a su maestro, Linneo, antes de comenzar su verdadero trabajo botánico al otro lado del océano. Cuando ya en el siglo XX Pius Font i Quer recorría la Península lo hacía en tren y burro. Ahora cogemos un avión y al día siguiente estamos al otro lado del mundo, montados en un coche que nos permite recorrer 600 Km al día de aquí para allá.

Nuestro viaje empezó mucho antes. No ya con los primeros trabajos sobre vegetación de Norteamérica, algo que si nos remontamos ni siquiera seríamos capaces de plasmar en algo tan sencillo como un blog. Me refiero a esta expedición modesta. El cálculo paciente de docenas de índices bioclimáticos a partir de unas pocas medias es la base científica de lo que vamos a realizar. Alguno de esos índices, el llamado It (Índice de Termicidad), denota, entre otras cosas, la mediterraneidad de un clima. Vamos a visitar estaciones que a priori son mediterráneas. Pretendemos recoger de ellas los datos de la vegetación que las rodea, las formaciones vegetales que se corresponden con el clima concreto de esa estación. Cuantas más estaciones visitemos, más datos obtendremos. Con ellos, entre otras cosas, se pretende averiguar cuál será el índice bioclimático más potente para predecir la vegetación, o qué combinación de índices. Quién sabe si aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, desarrollamos un modelo cartográfico lo suficientemente exacto.

Dentro de esta vorágine hacía falta alguien que supiera de qué va el tema, aunque sea por encima, y que supiera utilizar medianamente una cámara fotográfica para obtener imágenes con la suficiente calidad. Ahí parece ser que es donde entraba la necesidad de este esclavo de la luz.

Manolo, el jefe, es el que sabe. El que prepara todos los detalles y distribuye el trabajo. El que más años lleva visitando aquellas tierras y más tiene estudiado, leído y razonado el proyecto en toda su magnitud.

Juan Luís es el estadístico y, dice él, vete tú a saber, el encargado de las determinaciones.

Miguel Ángel es el doctorando. Mexicano y de formación en musgos, parece que se encontró con la oportunidad de hacer una tesis, cosas difícil en su país, y se vino para acá.

Yo soy... bueno, el anejado. El que no ha ido nunca ni sabe de qué va aquello, pero tiene formación botánica y en fotografía. Pero sobre todo el que estaba en el lugar exacto y en el momento adecuado. Más allá de todo objetivo o aspiración científica, mi idea es disfrutar.

Ahora está bocabajo, a mi lado. Roza casi imperceptible mi pierna con su mano. Su respiración tranquila acaricia el vello de mi muslo. Me gusta mirar como duerme. Me gusta que me despierte mil veces dando vueltas hasta que cae dormida. Me gusta desarroparme despacio para no despertarla a la búsqueda de aire fresco. Esta noche abriré la ventana para que entre el fresco. Cogeré su mano. Dormiremos juntos.

Comencemos por el principio

Bueno, pues aquí comienza la singladura.
Manolo, el Jefe, ha mandado ya el itinerario concreto del viaje. Visitaremos una franja del oeste norteamericano comprendido entre Las Rocosas y el Pacífico, abarcando toda la costa del estado de Washington y parte del de Oregón, además de una incursión en la British Columbia canadiense para visitar algunas estaciones de la Isla de Vancouver.
La idea es inventariar la vegetación de diferentes estaciones climáticas de las que tenemos toda clase de índices bioclimáticos para tratar de inferir regularidades. Bueno, eso estos que llevan 20 años viajando por estos lares. A mí me basta con que me lleven, me traigan y me enseñen cosas. Ah, y hacer un buen reportaje fotográfico. La lástima es que hasta el último día no podré invertir en una cámara por requerimientos del viaje, por lo que lo haré entero con la D70 de Nikon de la Cátedra y algunos objetivillos de mi propiedad. A ver qué podemos sacar.
Os iré metiendo post con las cosas que nos vayan sucediendo y algunas imágenes de las que tomemos. Espero que todos le déis vidilla a este blog para que sepa que os acordáis de nosotros. Pasaré lista, y al que no esté le cobraré en cervezas la decepción.
Os enlazo aquí a un archivo .kmz para GoogleEarth por si alguno quiere hacerse una idea del itinerario. Tranquilos, si no tenéis el GoogleEarth, os dejo ambién un enlace a un vídeo del youtube para ver el itinerario virtual.



Como inicio de este viaje y bienvenida a los que esperáis que esto siga para adelante, aquí os dejo el saludo.